martes, 5 de diciembre de 2006

¿Quien Quiere ser Millonario?

Hoy llueve en la ciudad, y la lluvia llama a la reflexión.
El tema que acude a mi mente ahora, tiene que ver en parte con el título y en parte con una situación que me aconteció en un futuro no muy remoto.
Me encontraba sentado, en un salón, el traje me resultaba incómodo, el calor era agobiante y la humedad insoportable, el nudo de la corbata me oprimía la garganta. La silla no era cómoda precisamente y la situación tampoco, en algunos minutos me iban a entregar un trozo de papel que decía que había concluído mis estudios y que podía agregar una partícula delante de mi nombre, que a título personal poco me servía, pero que parece que para conseguir trabajo ayuda mucho.
Bien, comienzan presentando a los abanderados de la institución, dos compañeros con los que compartí algunos semestres, y mientras tanto hojeo el programa, para ver que iban a entregar además de los certificados, la medalla de oro al mejor promedio.
Aquí viene lo curioso, los dos abanderados, y presumiblemente cualquiera de los que obtubieran la medalla de oro al mejor promedio, que yo ya presuponía podría ser el que portaba nuestra enseña, o quizás yo, que estaba seguro de tener mejor promedio general que el abanderado, pero no así en los TP a los cuales siempre había encontrado una excusa para faltar y/o entregar tarde. Recuerdo como entonces mi mente comenzó a volar, tal cual como lo está haciendo ahora, ya que yo era muy conciente que tanto los dos abanderados, como yo, como la mitad de la promoción, habíamos hecho trampa.
¡Horror!
Si, horror, habíamos hecho trampa, fuimos a rendir los exámenes con las pregutnas aprendidas.
Tal como lo leen, no hay errores, ni mucho menos, alguno de nosotros, no importa quién, conocía a un profesor del instituto que le había suministrado los exámenes resueltos.
En aquel momento nunca me puse a pensar en ésto, ya que solo quería terminar la carrera, y mi trabajo no me dejaba estudiar lo suficiente, lo cual no es excusa para haber hecho trampas, pero ya no se puede volver atrás, y si se pudiera, soy un total convencido de que haría lo mismo, pero eso es una entrada para otro libro.
Y aquí viene entonces, la pregunta del millón. La pregunta del millón que me hice en ese momento y que les hago a ustedes, lectores que vinieron hasta aquí a pesar de todas las advertencias que se les realizaran...
Sin comodin, sin llamada telefónica, sin voto de la gente, y respuesta final.
Si hubiesen ganado la medalla de oro al mejor promedio.... estando en mi situación, o la de los dos abanderados.... ¿Hubieran devuelto la medalla diciendo que no la merecían?
Pues bien, esa pregunta dio vueltas por mi cabeza durante toda la colación de grado.
¿Y si me llaman?, ¿Y si la gané yo?.
Que hacer.
Que decir.
Mi conciencia me decía, subís al escenario, tomás el micrófono y pronuncias un emotivo discurso del tipo "El objetivo de un premio ante todo es el reconocer más allá de la excelencia académica, el mérito y el esfuerzo, y yo no cumplo con ninguno de los dos requisitos, no tiene ningún mérito obtener el mejor promedio conociendo las respuestas de antemano, este premio no es para mi, no lo merezco, no lo quiero, y se los devuelvo, junto con mi diploma, que no merezco".
Otra decía, aceptá, que las alabanzas de tus familiares y amigos lavarán tu conciencia y luego ya ni te acordarás de tal hecho, aunque cuando pensaba en esto sentía una angustia tremenda.
Y una tercera parte dentro de mí, buscaba conciliar ambas posiciones... "subís al estrado, recibís la medalla, y luego decís un discurso del tipo: El mérito y la excelencia no se logran solo, una sola persona no se distingue ni se destaca si no cuenta con excelentes profesores y un grupo de compañeros de gran integridad, solvencia y excelencia, por lo que esta medalla no es mía, no merezco que se me distinga por sobre tan excelente grupo de estudio, y así como me tocó ser a mi, pudo ser cualquiera de nosotros, por lo que me parece más justo, si las autoridades me lo permiten, el compartir esta medalla con todos mis compañeros de promoción, ya que todos juntos hicimos posible lograr este sueño."
Me deleitaba con estas opciones, la conciliadora, digo lo que quiero decir, no me expongo, quedo como un duque, y soy honesto conmigo mismo, en parte, o "desde cierto punto de vista".
O la cruda opción de, me inmolo ante el resto, muestro mis valores, les escupo mi honestidad y mi arrepentimiento y luego quizás hasta sea mejor así....
Cuando en medio de estas divagaciones, escucho lejano, como traido por el viento, el nombre del abanderado, unido al de la medalla de oro.
Me quedé fijamente, mirándole, esperando ver que hacía, el muchacho avanzó ráudamente hacia el personaje que le ofrecía la medalla, la tomó, le dio la mano, y volvió a su sitio.
Tan rápido, sin culpa, sin prisa y sin pausa. No se le movió un pelo de la cara, y el sabía, al igual que yo, y al igual que todos, como había alcanzado ese promedio.
Pues bien amigos, la respuesta del millon, que nada tiene que ver con la pregunta, y que aprendí aquel día es que el mundo no está hecho para la gente honesta, muy posiblemente si me hubieran otorgado la medalla, la hubiera devuelto, y hubiera pronunciado el discurso de la opción A, y luego hubiera sido el mismo tipo de siempre, al que nadie hubiera reconocido, pero por otro lado tampoco soy honesto, puesto que acepté el diploma, cuando debí devolverlo igual, medalla o no medalla, porque la trampa existió.
La única diferencia entre los que triunfan en la vida, y la gente como yo, es que la gente como yo, se detiene a pensar en lo que hizo, y siente remordimientos por haber actuado de esta forma. Los verdaderos triunfadores, no se detienen ante nada, y mucho menos antes estas nimiedades como la conciencia, y los escrúpulos.
Pero esto también es tema para otro libro.