lunes, 4 de diciembre de 2006

Lo Insoportable de la Levedad del Ser

El sabado pasado, una pregunta me llevó a reflexionar sobre la respuesta que casi sin pensar dí al que me lo consultó.
Un profesor en un examen oral me preguntó lo siguiente: ¿Cree usted que es difícil para un adolescente hacerse entender por los adultos?.
Mi respuesta instintiva fue: En estos tiempos que corren, en lo absoluto, en nuestras épocas si, puesto que los adultos eran "los adultos".

Y aquí es donde comienzo a explicar lo que no pude acotar en una respuesta corta, dada en un exámen de dicción en un idioma extranjero, que requería rapidez y buen uso del idioma, antes que filosofía barata y zapatos de goma.

"Los adultos eran los adultos" y ellos mismos marcaban las diferencias, aquí estoy yo, soy el mayor, soy tu padre, tu maestro, tu abuelo, tu madre, tu maestra, tu tutora, tu preceptora. Tengo muchos años más que vos, he vivido más que vos, y estoy acá para guiarte, enseñarte y tratar de darte las armas para sobrevivir. Pero soy adulto, vos sos un niño, y entre nosotros hay brechas que vos vas a tener que sortear mientras te convertís en adulto, mientras crecés, mientras vas paulatinamente pasando a ser uno de nosotros. Mientras tanto, mantén tu lugar niño.
Por otro lado nosotros, los niños del ayer, mirábamos a los adultos con gran respeto, admiración y sí, en algunos casos temor, no lo voy a negar, "...me llamó la directora, que habré hecho", o nuestro padre nos retaba, temblaban las piernas del cagazo, por más que nuestro padre fuera más bueno que la avena quaker y jamás nos hubiera puesto una mano encima, ni que hablar si el abuelo miraba severamente cuando estabamos metiendo el dedo en la crema de la torta... no bastaba mas para que pero decía, los mirabamos con respeto, eran nuestros ejemplos... todos queríamos ser como nuestros padres, o nuestros abuelos.
Hoy en día los adultos, quienes antes nos marcaban esa diferencia, yo adulto, tu niño, hoy están tan empeñados en saltar esa brecha que la diferencia casi no se nota... Hoy en día un adulto en lugar de decir, yo soy adulto, vos sos un niño, piensa... ehh no soy más vieja que mi hija de quince años, todavía puedo ser como ella, una cirugía acá, un retoque allá, me inyecto mierda de rata con botulismo en la cara, un poco de Aloe Vera, el Dr. Motura, el Santo Colágeno y Elastina y voilá... quince de nuevo.
El señor de 50 pidiendole prestada la moto al nene de 20 para salir a bailar con una pendeja de 18.
La señora de cuarenta y tantos encima, que deja huellas por donde camina que la hacen dueña de cualquier lugar, bailando desenfrenada, vestida con un top que apenas oculta sus bondades hechas en la mejor silicona que pudo comprar la visa gold de su marido, luciendo una piel bronceada, con ese tono inconfundible que te da el haber pasado horas, días, años, asandote vuelta y vuelta en una cama solar, una panza chata a fuerza de pilates, dieta de la luna, dieta del sol, dieta del cavernícola, dieta del primo del tío del segundo hermano del mejor amigo de la novia del tipo que pisó la luna, y una que otra lipoaspiración, y una micromini que lo único que deja librado a la imaginación es si sus bellos ojos color miel serán realmente suyos o se los habrá comprado a buen precio a don Pupilent Soler, se da vuelta para pedir un trago al barman y su mirada se cruza con la mirada a su hija de 17 quien, siguiendo el ejemplo de su madre, ya tiene dos operaciones de implantes de siliconas, el que pidió de regalo para su cumpleaños de 15, claro, si mamá se hace un retoque cada 3 meses como yo no puedo pedir las lolas para los 15, un retoque a los 16, porque estaban demasiado redondas, y una lipo que se hizo el mes pasado porque le estaban saliendo "rollitos". La nena, decía, está aferrada a un musculoso sujeto con el cual se besan apasionadamente, mientras su mejor amiga (la de ella), les saca fotos con su celular de última generación, luego cambian de roles, su amiga besa al musculoso sujeto mientras la nena saca las fotos, y luego cambian de nuevo y el musculoso sujeto agarra el teléfono, relamiéndose por la "fiestita" que tendrá esta noche.
Luego los piscolocos, los piscopedagogos y todos estos señores que se tiñen para ocultar las canas, y señoras que como Manuelita la Tortuga van a la tintorería de París para que las planchen en francés del derecho y del revés, estos señores que se matan en un gimnasio y toman cuanta pastilla le ofrezcan y usan fajas y compran boludeces en "la ganga" para marcar sus abdominales, pues bueno estos señores y señoras, se llenan la boca de "lo perdida que está la juventud".
Si me preguntan que tipo de adulto quiero ser, quiero ser el adulto que fue mi padre, antes de quedar atrapado en el glamour de su puesto, el hombre que fue hasta que se convirtió en un empresario con todas las de la ley y comenzó a ganar más plata que la que podía gastar, y quedó prendido en la vorágine del consumismo idiota, del verse bien, del que un saco de 5000 pesos es mas lindo que el que me gusta que vale 200, solo porque la etiqueta dice Giorgio Armani en vez de Juan Pistola.
Quiero ser el hombre que fue mi padre cuando me crió, cuando todavia era un adulto como dios manda... Quiero ser el hombre que hoy es mi abuelo, y que siempre fue, el laburante que iba a tres laburos en bicicleta para poder mantener a su familia. Quiero ser el hombre que fue mi otro abuelo al que lamentablemente no pude conocer porque una enfermedad lo alejó de nosotros mucho antes de que la parca se lo llevara. Quero ser el adulto que fue mi madre, antes que la depresión post divorcio la llevara a convertirse en el estereotipo de la tipica madre judía que usan los humoristas como recurso, la que era cuando eramos niños, feliz, contenta, alegre de vivir, la que nos hacía cañoncitos de dulce de leche los días de lluvia, la que amasaba hojaldre y hacía dulce de leche casero y de paso nos enseñaba a vivir, quiero ser tan adulto como lo es mi abuela, que sufrió mucho y sin embargo se levantó y siguió peleando y hoy a los ochentaytantos la sigue peleando como el primer día, y que jamás se hizo una lipo, y que nunca se sacó años, y que orgullosa levanta la cabeza y dice, tengo ochenta y cuatro, y bien que los llevo y tan bien que agradezco el haberlos vivido.
Quiero ser como ellos, quiero que alguna vez, si tengo hijos, ellos sepan que yo soy un adulto, y ellos son niños, y que hay una brecha entre nosotros que van a poder salvar y sortear cuando ellos paulatinamente se vayan convirtiendo en adultos, y que mientras tanto, cada cual tenga su lugar, su rol, su tarea...
Ellos la de jugar a ser niños, la de disfrutar y crecer, sin quemar etapas, y nosotros la de ser sus ejemplos, sus guias, sus modelos a seguir, pero salvando las distancias... ellos como niños o jóvenes, y nosotros como adultos.