lunes, 13 de noviembre de 2006

Una historia de vida

Más que de vida, de mujeres, o de fracasos, puesto que despues de tanto tiempo, he notado que solo puedo entablar fracasos con las mujeres.
Muchos se acercan a una señorita con la esperanza de conformar una pareja, de conformar una familia, o de simplemente conformar una sociedad de hecho con el solo propósito de pasar una noche de hotel, o de apartamento, o de "de dorapa atrás de la medianera del baldío".
En mi caso, ni lo uno, ni lo otro, ni lo de más allá, simplemente, se en lo más profundo de mi ser, que solo me acerco a una señorita, para iniciar otro fracaso, para anotar una nueva entrada a la larga lista de las minas que me patearon, por tal o cual razón, porque vamos, uno no termina una relación, ellas la terminan.
Vamos, que hombre en su sano juicio terminaría una relación que le proporciona unos brazos cálidos, unos mimos espontáneos y un refugio seguro, (más allá de lo bajo y lo chabacano, que también es proporcionado obviamente).
Uno no mata a la gallina de los huevos de oro porque se haya echo pisar por otro gallo.
Me dirán ahora los hombres machos de voz viril y con pelos en el pecho.. "UNO NO NECESITA DE ESAS COSAS", pero yo, hombre sensible si los hay les respondo.. PATRAÑAS.
Como bien dijera don Martin Fierro (el gaucho, no el premio), uno siempre necesita un buen palenque pa' rascarse.
Pero todo esto venía al tema del fracaso, y si, no se porque hados del destino siempre mis relaciones terminaron en forma catastrófica, tanto así que ahora, cada vez que veo a aquella señorita que exita mis sentidos (en el buen sentido...) (y en el otro también), directamente me presento como aquel a quién dentro de cinco minutos vas a estar pidiendole a gritos que se vaya. Y saben que, rara vez me equivoco, algunas aguantan algo más, incluso hasta sonríen cuando les digo esto, muchas incluso me invitan a sentarme con ellas, y hasta compartimos unos tragos, con unas pocas, hasta nos hemos retirado juntos a lugares más discretos y menos recatados... una vez con una hasta nos volvimos a ver, pero tarde o temprano, indefectiblemente, el fracaso golpeó a mi puerta.
La mayoría de las veces instantáneamente, con algunas otras, luego de la segunda copa, con unas pocas, al acabarse el turno en el lugar discreto y poco recatado.
Con una de ellas, el fracaso aún no ha llegado, pero desde hace cuatro años, que lo espero, ya que estoy seguro, que en algún momento, algún día, a alguna hora, vendrá a golpear mi puerta, como un viejo amigo que regresa después de larga asuencia. Y otra vez, comenzaremos de nuevo, nuestras interminables rondas de bar, en busca de una nueva ocasión de volvernos a ver.